En el divertido documental de Movistar+ No tenéis ni p… idea, que repasa el día a día de Luis Enrique como entrenador del Paris Saint Germain, el asturiano teorizó sobre cómo veía el futuro del fútbol: “Será con el entrenador arriba, con cascos, controlando todo. Sería para mí, maravilloso. Mataría a los jugadores… y si hay una descarguita eléctrica ya perfecto”. Si hubiera habido algún tipo de dispositivo electrónico en los futbolistas parisinos en la noche de Múnich, Luis Enrique no habría pulsado el botón rojo ni una sola vez.

No habría hecho falta. Todos los jugadores del PSG obedecieron las órdenes sistemáticas del técnico español. La exhibición fue de época, en un 5-0 que pasó a la historia como la mayor goleada jamás vista en las finales de la Champions League. El Inter de Inzaghi, que mordía cual lobo en las semifinales contra el FC Barcelona, parecía un inofensivo cachorro panza arriba. Los italianos, por cierto, despiden la temporada perdiendo la final de Europa (la segunda en tres años) y, también, cediendo el Scudetto en la última jornada. Catástrofe.

A estas alturas de la película, todos conocen al de Gijón. Tan expansivo como su sonrisa burlona. Toneladas de carisma, a veces soberbio, siempre orgulloso. Si pierde, te busca; si gana, también te busca. Lucho no ajusta cuentas, directamente no deja un ticket sin pagar. Desde hace tiempo, el fútbol de máximo nivel se entiende desde la solidaridad colectiva. Las estrellas no valen por sí solas, el esfuerzo tiene que igualarse y, una vez ahí, el talento se impone.

Nasser Al-Khelaifi cayó rendido al discurso de Luis Enrique cuando le consideró para el puesto hace ya dos temporadas. Era más de una década de inversión sin alzar la Orejona. Ibrahimovic, Neymar, Leo Messi, Sergio Ramos, Edison Cavani, Kylian Mbappé… Estrellas absolutas. Los mejores de los videojuegos, pero, ¿era un equipo? Año tras años, se caía en el camino europeo. La dominación de Francia era lo mínimo exigible. El legado estaba en la Champions y solo se fracasaba.

El asturiano explicó su proyecto. Quería un equipo. No un conjunto de estrellas. Un equipo. La pasada temporada lo intentó y las culpas se las llevó Kylian Mbappé, señalado por su poco esfuerzo en la presión[unadelasescenasmásimpactantesdeldocumentalesuncaraacaraentre[unadelasescenasmásimpactantesdeldocumentalesuncaraacaraentreel entrenador y el francés en el que le pide ser un líder, ser Michael Jordan, a base de esfuerzo defensivo. Ese esfuerzo que nunca llegó a suceder]. Y, ya saben, la historia la escriben los ganadores y, en Múnich, Lucho se erigió en el máximo vencedor. El mejor entrenador del momento.

“Dembélé siempre ha sido un fenómeno. Lo que pasa es que luego hay que ir ahondando. Para poder conseguir su mejor versión ha habido que hacer y decidir cosas difíciles. Pero es un líder, no desde la palabra, sino desde el ejemplo. ¿Has visto cómo ha presionado? ¡Dime un nueve en Europa que presione así!“, preguntaba eufórico Luis Enrique a los presentadores de Movistar para reivindicar el papel de su gran estrella del año.

En mitad de la temporada, el conflicto estalló entre ambos. Llegó a dejarle en el banquillo. Ahora es el máximo candidato al Balón de Oro. Cada uno que saque conclusiones sobre la oda del asturiano al esfuerzo defensivo del Mosquito.

Obreros del fútbol por 70M

La seducción de Luis Enrique está fuera de toda duda. Y, también es cierto, el PSG ha cambiado su mentalidad de nuevo rico del fútbol. No se necesitan estrellas. Se necesitan futbolistas. Pero fichar obreros del fútbol, con una calidad extraordinaria, en enero y por 70 millones de euros, solo está al alcance de los petrodólares del club de París y del Manchester City.

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Rubén Rodríguez

En los dos últimos años, el PSG se ha hecho con Kvaratskhelia por 70 millones, João Neves por 60, Désiré Doué por 50, Willian Pacho por 40, Kolo Muani por 90, Gonçalo Ramos por 60, Manuel Ugarte por 60, Dembelé por 50, Bradley Barcola por 45, Lucas Hernández por 45, así como varios fichajes en torno a los 30 kilos. Según Transfermarkt, el saldo entre ventas y compras de futbolistas es de 345 millones negativos desde el 2023. En ese mismo tramo, el Inter tiene, también negativo, 74 millones.

El cheque en blanco de Al-Khelaifi ha salido vigente. Por dinero no iba a haber ningún problema. La apuesta de Luis Enrique, y de la dirección deportiva del PSG, con Luis Campos a la cabeza, fue la de futbolistas consagrados o promesas, pero con hambre de títulos. Jugadores que no hubiesen celebrado demasiado (Kvaratskhelia, Doué y Pacho, las grandes revelaciones del año), abiertos a aceptar cada una de las indicaciones de Lucho. Pidiese lo que pidiese, iban a cumplir. El PSG pasó de ser la constelación de las estrellas al pelotón de soldados del asturiano. El resultado es la primera Champions del gigante francés. Prometen batalla para los próximos años.

En el divertido documental de Movistar+ No tenéis ni p… idea, que repasa el día a día de Luis Enrique como entrenador del Paris Saint Germain, el asturiano teorizó sobre cómo veía el futuro del fútbol: “Será con el entrenador arriba, con cascos, controlando todo. Sería para mí, maravilloso. Mataría a los jugadores… y si hay una descarguita eléctrica ya perfecto”. Si hubiera habido algún tipo de dispositivo electrónico en los futbolistas parisinos en la noche de Múnich, Luis Enrique no habría pulsado el botón rojo ni una sola vez.