2024-08-31 18:01:52
John Boland vive a las afueras de Adelaida, en una casa que comparte con su esposa y que ha acondicionado para optimizar al máximo el clima que cuece la región del sur de Australia. Lo de optimizar lo tiene bien aprendido: matemático de carrera, especializado en el medio ambiente, a sus 76 años sigue empecinado en obtener el máximo bienestar con el mínimo coste energético.
Sus trabajos para la Universidad de South Australia hablan por sí solos. Los cálculos para determinar la previsión de radiación solar, el estrés y la resiliencia en los entornos urbanos ante las olas de calor, el impacto de la crisis climática en el diseño de viviendas con eficiencia energética… Pero es su forma de vida, fiel a sus enseñanzas, lo que se erige en modelo para sus vecinos y, por qué no, para todos los residentes en zonas castigadas por olas de calor cada vez más extenuantes.
Australia ha batido esta semana el récord histórico de alta temperatura en invierno -en agosto están inmersos en el mes más frío del año- con una temperatura que se ha encaramado hasta los 41,6 grados centígrados en Yambi Sound, en Australia Occidental. En Adelaida se han librado de esta última ola de calor, pero el próximo verano promete ser duro. Boland cuenta a EL PERIÓDICO que tiene su vivienda preparada. «Por toda la casa tenemos dispuestos ventiladores de techo, ventiladores de suelo, y ventiladores nebulizadores». El científico no usa aire acondicionado, porque ha logrado con el tiempo un microclima que le protege de las altas temperaturas a partir de una combinación de vegetación exterior e interior en la casa y otras actuaciones en su domicilio.
La casa, un lienzo en blanco
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«La vegetación alrededor de la casa, colocada estratégicamente para ayudarnos, es una gran ayuda para ayudar a combatir las olas de calor. Cuando adquirimos la casa en 1996 casi no había vegetación en el entorno, por lo que pudimos diseñarla de cero, como si fuera un lienzo en blanco», explica. « Observamos los vientos predominantes en las diferentes estaciones y dónde sale y se pone el sol a lo largo del año antes de planificar el jardín», relata, un estudio que le llevó a proteger unas fachadas y no otras, y a crear pasillos de ventilación natural libres de obstáculos. «También empezamos a plantar árboles frutales y otras fuentes naturales de alimentos», a los que más tarde sumaron otros árboles y vegetación para mitigar el efecto de isla de calor de las zonas urbanas y poder regular mejor el clima de la casa.
No siempre fue fácil esta adaptación, admite. «Uno de los fracasos que tuvimos fue que algunas plantas no sobrevivieron al clima, así que simplemente las reemplazamos por otras más resistentes. En cuanto a las renovaciones de la casa, nos ocupó bastante tiempo hacer las obras porque queríamos investigar mucho de antemano. Cuenta Boland que tardaron más de la cuenta en la transformación de la vivienda, pero con ese optimismo propio de un entusiasta ambiental como él enseguida apunta que el retrado «al final hizo mejores las reformas».
Boland ha mostrado vivo interés en el estudio que pronostica que Barcelona tendrá en 2050 la temperatura de Adelaida hoy, y tiene una batería de consejos para sobrellevar mejor el estrés térmico que implica su clima. «Lo más simple a veces es lo mejor. Por ejemplo, si compras o alquilas un apartamento, intenta asegurarte de que el balcón y las ventanas de atrás no miren hacia el oeste, para minimizar la entrada de calor en las calurosas tardes de verano. Si el balcón mira al ecuador, llénalo de plantas, no sólo por el clima sino también por salud mental».
Boland parte de la máxima de que se ha de aprovechar la más mínima brisa refrescante, y comparte un truco, el uso combinado de aire acondicionado y ventilador. «Los ventiladores pueden ayudar mucho en la refrigeración de los espacios de la casa», subraya. Alude a una de sus investigaciones universitarias, que demuestra que «si quieres que el ambiente esté a 24 grados, puedes conseguirlo si usas un ventilador combinado con un aire acondicionado a temperatura de 27 grados, y con mucho menos consumo de energía.»
La clave es trabajar con el clima, «no contra él», razona. «Lo que quiero decir es que si las noches en verano son relativamente frescas, abre la casa para ventilarla por la noche y luego ciérrala para mantener el calor afuera durante el día». En su casa también tiene planificadas zonas sombreadas, que ha conseguido con frondosas plantas del jardín, aunque también sugiere la instalación de toldos o contraventanas exteriores, para impedir que entre el sol durante el día en verano y permitir en cambio que pueda calentarnos cuando lo necesitamos en invierno. «Creo que esto se puede resumir en que hemos de entender la casa como un sistema, no como un objeto inerte».
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Este matemático forma parte de un comité asesor sobre cambio climático del consejo local, que aboga por una cubierta verde cada vez mayor para la población, y lucha por cambiar las reglas de planificación urbana que han de blindar las zonas verdes cuando alguien construye o renueva una parcela privada, clave para el futuro sostenible de las ciudades.
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